domingo, 12 de abril de 2015

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Si tú y yo nos cruzasemos no repararías en mi presencia. Soy la típica chica del montón: no tengo una despampanante melena rubia a la que el sol arranca destellos, mis ojos no son del color del cielo en la primavera, no tengo unas curvas suntuosas ni andares de gracia felina. Mi pelo, al igual que mis ojos, son de color marrón. No tengo un cuerpo de modelo, soy más bien bajita y un tanto torpe. No tengo cara de ser amistosa ni nada que haga que te vayas a fijar en mi, no tengo una sonrisa deslumbrante y si te guiño un ojo, lo más probable es que pienses que estoy rematadamente loca. No me gusta ser el centro de atención, me pongo nerviosa con facilidad y a menudo meto la pata de manera estrepitosa; de hecho lo más probable es que si soy el centro de atención, lo sea por haberlo hecho. No tengo un carácter dulce, no soy una persona interesante o de la que tengas ganas de saber más después de haberme conocido, no soy graciosa y créeme que no te gustaría verme intentarlo. Odio la monotonía pero me refugio en ella, poseo el malsano vicio de devorar cualquier libro que pase por mis manos, y gracias a ello consigo espantar al mundo real por unos momentos, aunque cuando dejo de leer vuelve implacable. Soy asustadiza y tengo tendencia a no inspirar confianza. No se que te ha hecho leer hasta aquí: ¿obligación? ¿Curiosidad? Sea lo que sea, no te esperes un final apoteósico. Es un texto común, nada destacable. Y, al igual que yo, no tendremos un final que sorprenda a todo aquel que lo vea. Simplemente pondré un punto y se acabó.

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